Samia nació en Mogadiscio, Somalia, durante una terrible guerra civil. A los 9 años descubre que tiene un gran talento: es más rápida que los demás. Con la ayuda de su mejor amigo Ali, Samia convierte este talento en un sueño: representar a Somalia en los Juegos Olímpicos de Pekín 2008. Samia terminó última en la carrera femenina de 200 metros, pero el mundo entero la aclamó en un momento realmente mágico.
A su regreso a Somalia, Samia se convirtió en el blanco de las represalias de los gobernantes islámicos del país porque corría sin velo, un pecado mortal imperdonable. Arriesgando su vida, la muchacha decide emprender el viaje a Europa. La historia de Samia narra el valor de una joven que desafía a un régimen brutal y lucha por su libertad y su futuro.